jueves, 23 de febrero de 2012

Segundo capítulo.

Midtown, Manhattan.
Presionó el timbre de nuevo, aburrida de estar de pie. En medio del rellano esperaba a que alguien del otro lado le abriera la puerta. A su costado derecho yacía la maleta que un día antes había hecho a prisa con la esperanza de coger el ptimer vuelo que hubiera hacia Manhattan. Pèro no, tuvo que esperar toda en el aeropuerto de Bronx y aseguraba que los bancos de metal no eran tan cómodos como el asiento del Cadillac de Chase. Al fin y al cabo, había vivido rodeada de privilegios y comodidades como para no tener que hacer ese tipo de cosas. Chase había insistido en llevarla a su apartamento -¿desde cuándo personas como él habitaban en un simple apartamento de urbanización?- mientras que conducía y obsequiarle una habitación de invitados... o prácticamente dormir junto a él en su cama de matrimonio. Aunque Lenna sabía que el rubio no pensaba en dormir con ella. Eso de haberlo visto de nuevo, no le gustaba en absoluto. Como le había dicho la joven, Chase lo que se proponía lo conseguía y no era una chica que creía que cualquier tío que coqueteara con la castaña, ya quería algo. Pero puede que aún sintiera algo por ella, si es que alguna vez había tenido cualquier sentimiento hacia la chica. Aunque tal vez estaba exagerando el asunto y el rubio solo quería hacerla de rabiar.
Lenna se sentó en el suelo, hecha un lío y con ganas de partirle la cara a Chase por hacerla pensar tanto sobre el tema. Ya está, se acabó. Olvídate de ese rubio que está... hum... para comérselo, porque no lo verás más.
Un ruido cercano la sacó de sus pensamientos y su conciencia desapareció junto con ellas. Lenna se sobresaltó y recorrió con la vista la estancia con nerviosismo. A pesar de ser un edificio bastante humilde -pero nunca se sabía que se podía encontrar-, la castaña se vio asustada aún encogida en el fría suelo. De un momento a otro, un pie calzado por un altísimo tacón rojo golpeó en la superficie y se interpuso en su visión. Con inseguridad, Lenna alzó la mirada lentamente recorriendo el cuerpo de la mujer de arriba a abajo. Cuando llegó al borde del vestido, se dio cuenta de que la mujer iba ligera de ropa y rápidamente hizo una mueca de desagrado, sin importarle lo que esa mujer -seguramente prostituta- pudiera decir o pensar de ella. Se percató de que la estaba mirando y sin vacilar clavó su visión en su rostro.
Una gélida sonrisa cubierta por un pintalabios rojo fuego apareció en el rostro de la rubia. Lenna no la pudo mirar a los ojos, ya que, éstos estaban tapados con unas enormes Ray Ban Aviator falsificadas. El cabello rizado le tapaba el escote aunque aún se podían notar las tetas de silicona que se había puesto y el vestido pegado a su cuerpo como el chicle le dejaba ver las cartucheras que se acumulaban en su cuerpo femenino. De repente, la prostituta le extendió una de sus manos para que se levantara, pero Lenna se quedó sentada inspeccionando las manos de la mujer. Las uñas prácticamente tenían similitud con las de un águila, a pesar de que las de la presente estaban cuidadas con una manicura francesa mal hecha. La piel estaba arrugada, como si fueran las manos de una anciana; agrietada como si hubiera lavado con frecuencia los platos y también tenía cicatrices. Los brazos no se quedaban atrás, marcas de inyecciones se presentaban en ellos. ¡Perfecto, encima drogadicta! ¿pero a quién coño trae mi hermano a su casa? La mujer -que no parecía tener más de treinta años- tenía un aspecto horrible y encima casi no se podía mantener en pie.
Lenna se levantó por si misma y hizo ademán de entrar a la vivienda pero, la golfa que aún estaba frente a la puerta, la frenó agarrandola de un brazo con sus manos frías y pálidas.
- ¡Eric, una vagabunda intenta entrar a la casa! -gritó freneticamente haciendo eco por todo el rellano-
Hubo silencio hasta que la rubia, al ver que no obtenía respuesta por parte de algún habitante que estuviera dentro, volvió a vocear el nombre de su hermano con mayor volumen. Al cabo de unos segundos, se escuchó una puerta abrirse en el lugar donde estaban y otra cerrarse en el interior de la casa. Lenna observó hacia dentro, a pesar de que veía muy poco por la escasa iluminación. Las persianas estaban echadas, pero la chica intuyó que  la estancia era un pequeño salón que olía a alcohol y a sudor. El hedor se escapaba por la puerta, ya que, no tenía otro tipo de salida e hizo que a la castaña le dieran ganas de vomitar. La muchacha se tapó la boca con la palma de la mano y giró su cabeza hacia fuera, donde se encontró la mirada confusa de la prostituta. Seguramente ella estaba acostumbrada a ese tipo de olores, pero Lenna no había aspirado algo así en su vida. Ahora era cuando su señorita con comodidades salía a flote y la castaña se acordó de por qué estaba allí. Sin pasar un minuto más humillandose ante la mujer que aún la agarraba del brazo, se irguió y se intentó mantener inmune a todo lo que ocurría a su alrededor.
De la penumbra, apareció un cuerpo acercándose. En cuanto la iluminación del rellano le golpeó, Lenna supo que era su hermano y no otro desconocido que quizás se había mudado al antiguo piso. Eric se frotaba el cabello con una toalla mientras que otra colgaba de la cadera para taparle los bajos.
- ¿De qué vagabunda estás hablando, Jasmine? -le preguntó el muchacho mientras se frotaba el pelo con la cabeza agachada-
- De esta -la tal Jasmine tiró del brazo de la joven como si fuera una madre tirando de su hijo de cinco años hacia el circo y éste tiene miedo a los payasos-, estaba sentada en el suelo junto con la maleta. Parecía un bebé abandonado -la rubia soltó una carcajada que hizo temblar a Lenna-
- Pero... -Eric se quedó inmóvil a unos metros de la puerta en cuanto observó a su hermano, incrédulo de la escena- ¿Lenn? ¿eres tú?
- ¿Qué pasa? ¿es una ex? -preguntó confusa y un poco rabiosa la prostituta en cuanto Lenna asintió repetitivamente-
- Nada de eso, Jas -el hombre que tenía frente a ella hizo un gesto con la mano indicandole que no hiciera preguntas tontas-. Es mi hermana, Lenna.
- ¡Oh, que bonito! -gritó con falsa ilusión la rubia plástica que tenía junto a ella-
- Déjate de gilipolleces y sueltale el brazo, ahora mismo -le ordenó Eric con voz firme, Jasmine le miró vacilante pero siguió sin soltar el brazo de la castaña- ¡Te he dicho que ahora! ¿no lo entiendes?
Eric al ver que la prostituta seguía en la misma posición, se puso de los nervios y en un abrir y cerrar de ojos estaba agarrando el brazo de Jasmine. Parecía que le estaba haciendo daño, pues la rubia gimió e hizo una mueca de dolor. Lenna se asustó, parecía dispuesto a romperle el antebrazo si no le hacía caso. Finalmente, de un manotazo, Jasmine apartó la mano de la muñeca de la joven por la falta de fuerza. Su hermano no, aún seguía con la mano alrededor del brazo debilitado de la mujer. Lenna se acarició la muñeca dolorida, Jasmine le había clavado las uñas.
- ¿Ves lo qué has hecho? ¡le has dejado la puta marca, joder! -Lenna hacía mucho tiempo que no escuchaba dos palabras malsonantes salir de la boca de su hermano. Le recordó a los tiempos en los que su rebeldía luchaba contra sus padres- Ahora mismo, ahora he dicho, vas a ir con Trent y los demás. Vas a decirles que no habrá tregua la próxima noche. Así que tengan cuidado.
A Lenna le recorrió una descarga eléctrica por todo el cuerpo. No sabía quién eran esos tipos y tampoco que clase de asuntos trataban, pero seguro que no eran de fiar.
- ¿Y tu maleta? -preguntó con un tono más tranquilo Eric. Lenna señaló el objeto que yacía tras Jasmine, muda- ¡Aparta!
Eric volvió a elevar la voz como si fuera un sargento delante de su cuadrilla del ejército. La rubia dio dos pasos hacía la izquierda despegándose de la pared, aún se agarraba el antebrazo como si eso le fuera a paralizar el dolor. Su hermano agarró el asa de la maleta color pistacho, su favorito. Rápidamente encendió la luz y dejó el equipaje bajo el interruptor. Le echó una última mirada llena de odio a Jasmine y sin esperar a que la prostituta abriera la boca para reprochar algo, cerró la puerta tras Lenna.
- ¿Por qué no abres las persianas?, estamos en pleno día. -comentó la castaña mientras observaba los grandes ventanales que ocupaban la totalidad de una de las paredes-
- Yo tengo una pregunta mejor para ti, enana -por un momento, a Lenna se le vino la cabeza una imagen de su padre cuando era joven. Tenían mucho parecido y aún más cuando Eric utilizaba ese tono de voz tan autoritario-. ¿Se puede saber qué cojones haces en Manhattan?
- Me he ido de casa Eric. No aguantaba más las típicas aburridas cenas en las casa de los socios de papá, mucho menos las tardes de compras con mamá como si fuera lo único que existe en el mundo.
- ¿Te has ido de casa, eh? -preguntó con gracia y una sonrisa arrogante en el rostro- ¿por qué puñetas has aparecido por aquí? ¿por qué no te buscaste la vida como lo hice yo? ¿por qué...?
- ¡Eh, para el carro vaquero! -la castaña extendió una de sus manos abiertas para hacerle parar- Primero, era esto o irme al apartamento de Chase Simmons y dormir en la misma cama que él. Segundo, papá me ha quitado las tarjetas y ha ordenado a todos los bancos que no me dejaran sacar dinero de mi cuenta propia y tercero, ¿no te alegras de verme? -la joven sonrió coqueta intentando ablandar a su hermano pero se lo estaba poniendo difícil-
- ¿Chase Simmons? ¿pero tú no estabas hasta las trancas por él? -preguntó exasperado Eric. Pues no, va a ser que no se alegra de verme-
- Tú mismo lo has dicho hermanito, estaba por él, ya no -contestó con tranquilidad la castaña, no le servía de nada enfadarse con Eric- Será mejor que te vistas, puedes resfriarte -aconsejó al ver que aún llevaba la toalla alrededor de su marcada cadera-.
- No me cambies de tema, Lenna Powell Hillhouse.
Uhh... cuando decía su nombre completo es porque realmente estaba enfadado. Lenna lo comprendía al fin y al cabo; después de estar años sin ocupaciones familiares, tuviera ahora que cuidar a su hermana durante un tiempo. No Lenna, no adelantes acontecimientos. Aún no te ha dicho que puedes quedarte.
Siguiero discutiendo sobre los motivos de su llegada. La ira de Eric cada vez aumentaba más. ¿Por qué?; se preguntaba Lenna. ¿Acaso era por qué había invadido su espacio? o ¿quizás por qué no le agradaba volver a tenerla presente? Desde luego ese no era el hermano cariñoso y protector con el que había convivido durante casi todas las etapas de su vida. El Eric de años después era malhumorado y muy arrogante, con varios pircings en la cara y los brazos casi cubiertos por tatuajes. Lenna pudo verlos cuando se enfrentó a él en cuanto salió de la habitación después de ponerse algo de ropa. Algunos eran nombres en idiomas que desconocía, otros frases como: 'Arriesgarse es de valientes' o 'Cuando la vida te traiciona, todo se echa a perder'. A Lenna le traía sin cuidado aunque temía por su hermano. Ni siquiera sabía dónde se metía, pero no parecía tener buena pinta. Eric escondía varias cicatrices que provenían de cortes, éstas se presentaban en los brazos, en el pecho e incluso la cara. Un corte de al menos 3 cm le seccionaba la piel que se encontraba por encima del pómulo, justo debajo del ojo derecho. La castaña había hecho preguntas sobre eso y él solo se había dignado en decir que fue en una pelea. La vida de su hermano parecía ser desastrosa en cuanto a las malas compañías y aunque Eric no quería relatarle ni una palabra sobre sus asuntos, Lenna sabía que su hermano no era el chico rebelde que hacía pellas o hacía el loco con la moto por las carreteras poco transitadas de Bronx. Había prestado atención a la amenaza que el hombre le hubo lanzado a Jasmine.
- Bien, enana, si piensas quedarte aquí deberás cumplir unas normas -señaló El muchacho en cuanto se dio por vencido. Lenna había ganado la primera batalla-.
- Pareces papá, Eric -masculló apretando los dientes aunque su voz parecía inocente. Si había salido de la mansión para princesitas era para sentirse libre-.
- Primera norma, no menciones a ese hombre, mucho menos digas su nombre -la castaña apuntó mentalmente ese dato aunque alguna vez se le escaparía-
- Esta bien, ¿algo más? -Lenna enarcó las cejas y frunció el ceño al escuchar la risotada que provino de Eric-.
- Oh sí, hermanita, claro que hay muchas más -dijo al reducir las carcajadas a una sonrisa de oreja a oreja-.
Lenna se estremeció, estaba claro que el hombre que tenía frente a ella no iba a poner unas simples reglas como no entrar a su habitación nunca o no comentar sobre las mujeres que se trajera a casa.
Eric le dejo claro que esto era solo el principio de algo que podría hacerla cambiar de opinión.
***
Por fin estaba tumbada en una cama cómoda y entre sábanas que emitían un calor reconfortante. A pesar de eso, Lenna llevaba horas en ese lugar sin poder conciliar el sueño. Una vez, escuchó decir a su abuela que aunque uno estuviese muy cansado, su cerebro aún no estaba preparado para desconectar porque seguía procesando datos. En ese momento, Lenna había sacado la teoría de que a una persona le cuesta dormir porque no para de pensar y de estar nerviosa, dejando a un lado toda esa palabrería que hubo dicho la anciana. Por otra parte, siempre había hecho caso a la mujer aunque nunca todo había salido como ella misma había esperado. Un ejemplo de todo esto era la repentina salida que había improvisado al colmar el poco aguante que en ese momento tenía. La madre de su progenitora siempre que tuvo problemas con sus padres le había consolado diciendole que alguna vez podría ser libre como un pájaro a pesar de estar encerrada en una jaula con varias arpías dentro. Pero claro, en ese tiempo, Lenna tenía doce años y aún no había comprendido esa metáfora porque no podía decir quiénes eran las arpías. Al cabo del tiempo fue comprendiendolo. Sus padres empezaron a cuestionar sus problemas cuando llegó a la mitad de la adolescencia, esos en los que Chase Simmons estaba implicado. La única persona que la había ayudado su abuela, una pueblerina que renegaba de la sociedad rica en la que se habían adentrado su hijo y su nuera. Por eso, la abuela Felicia intentaba mantener un poco lejos a sus nietos de ese mundo, para que no llegaran a ser como su propio hijo, unos insesibles y ambiciones, porque en la existencia el dinero se gasta por mucho que sigas obteniendo. Cualquier día podrías recibir una reprimenda de la vida y perder todo ese bien material al que te has acostumbrado, ya sea por un robo; una estafa; una quiebra de la empresa o simplemente porque el negocio no ha ido bien y has consumido todo lo que te quedaba. Lenna sabía todo eso de primera mano y no quería llegar a sentirse una superficial por mucho que tuviera una oportunidad. Así que, ahí estaba, dando vueltas en la habitación de invitados que le había prestado su hermano mientras viviera con él. Lejos de su anterior vida aunque muy cercana a sus progenitores geograficamente hablando. Pensó que de este modo se debió sentir su hermano, libre por segundos aunque subido en una montaña rusa de pensamientos donde siempre das vueltas y vueltas a los problemas. Intentaba relajarse de alguna manera pero siempre pensaba y hacía cuestiones sobre su futuro mientras estuviera en esa casa. ¿Qué iba a hacer?, ¿de qué iba a sobrevivir?, ¿en qué podría trabajar?. Desde luego, no pensaba sentirse confundida por todo. Se había creido que ser independiente le haría vivir una vida de color de rosa como la pintan en las películas pero, era todo lo contrario. Ahora no estaba Alice para prepararle las comidas y ella no sabía freir ni un huevo. Tendría que ganarse la vida cuando sus padres lo habían hecho por ella y tampoco podría dedicarse a terminar de estudiar la carrera de medicina porque ya no tenía dinero para costearsela. Eso la puso aún más de los nervios, ¿se quedaría sentada sin hacer nada durante todo el día? ¿que haría su hermano para pagar esta casa y comprar comida?. Lenna pensó en cosas peores que trabajar en una heladería o en una tienda de ropa urbana.
De repente la voz de su hermano la sacó de sus pensamientos. Éste parecía hablar con alguien. Seguramente lo hacía por télefono móvil, ya que, la voz de quién fuera con que lo estuviera haciendo no se oía y la conversación era pausada dejando la estancia de al lado en silencio. Lenna se empezó a acercar a la puerta sigilosamente aunque eso fue imposible, la colcha que caía por el suelo se había enredado en su pie haciendola tropezar. Cuando llegó a su objetivo, pegó la oreja sobre la fría madera y comenzó a escuchar.
- No, T. no puedo ir... -pausa- ¿Miedo de ese?, mira me reiría en tu cara ahora mismo si pudiera. Tengo visita -pausa-. No, no es ninguna piva -pausa y seguida de una larga carcajada. Lenna supuso que el chico que había tras el auricular habría hecho algún comentario lascivo-. Escucha, dile a ese gilipollas que si no le ha llegado bien el mensaje de Jasmine, que venga y se lo digo en el careto -pausa-. ¿Qué Nico qué? no, no puede ser, si yo ayer... ¡Me cago en sus muertos! -Lenna se asustó y tembló ante tal grito-. Si no estuviera Lenn en el apartamento, iría a arrancarle la cabeza a ese hijo de puta -gruñó y se escuchó un crujido, como si hubiera apretado con tanta fuerza el móvil y acabar rompiendolo con sus propias manos-. Deja de hacer preguntas, no estoy de humor para gilipolleces -pausa-. No, no quiero que esa guarra traicionera me vuelva a tocar. Te dejo, adiós.
Lenna se despegó, atónita tras escuchar parte de la conversación. Cada vez estaba más impresionada con su hermano, no solo se había convertido en un mujeriego malhablado, sino que también su agresividad había aumentado más de lo que pensaba. En cierto modo, estaba aterrada pero a su vez estaba tranquila porque confiaba en él y en sus acciones. Oyó el ruido que emitían los zapatos de Eric al hacer fricción contra el suelo, parecía acercarse. Lenna corrió hacia la cama para que se percatara de que había estado cotilleando si se disponía a entrar en la habitaciín oara comprobar que estaba dormida. Y eso hizo, actuar como si lo estuviese. Arrastró las sábanas hasta la cama para procurar no tropezarse de nuevo y se tapó con éstas hasta las orejas a pesar del calor que hacía en pleno verano. El pomo de la puerta se movió lentamente y produjo un crujido como la castaña había previsto. Eric esperaba que no hubiera escuchado sus gritos -cosa imposible- y no haberla despertado. La puerta se abrió y aunque no estaba mirando hacia ésta, pudo imaginarse a su hermano asomando parte de su cuerpo mientras pronunciaba un "¿Lenn?" que sería incapaz de oir. La joven se estaba desesperando, no podía contener más las ganas de echarse a reir por la escena que le recordaba a otras en años atrás. Unos minutos después, la puerta volvió a cerrarse del mismo modo en el que fue abierta, con cuidado de no dar ningún portazo. La casa se quedó en silencio hasta que en el salón se escuchó el repiqueteo de unas llaves al chocarse entre ellas. ¿Eric pensaba dejarla sola?, no podía ser. Otra puerta se cerró, esta vez la principal.
Lenna corrió hacia el balcón de la habitación, donde podría verlo salir del edificio. Semidesnuda, de pie en el pequeño espacio, se inclinó para mirar más allá de la baranda. Tuvo vértigo, estaba claro que lo suyo no era mirar desde un cuarto piso hacia el vacío. Percibió un ruido sordo que le recordaba a los frenazos de un coche al intentar evitar un accidente de tráfico pero, no había visto ni oído a otro coche comentiendo una acción similar. Tampoco un golpe contra un objeto, ni siquiera gritos ni sirenas. ¿Entonces de qué se trataba?
Al final de la calle, un coche totalmente negro, iluminado tan solo por las luces que emitían las farolas, tomó la curva a gran velocidad haciendo que casi se chocara contra un muro de cemento. La joven tenía los ojos completamente abiertos; era impresionante el control que tenía el conductor sobre el vehículo. En un abrir y cerrar de ojos, éste pasó bajo la fila de balcones sin darle tiempo a Lenna para observar el espectáculo y desapareció a lo lejos conduciendo la larga recta continua. La chica quedó inmóvil agarrada a la barandilla, estaba claro que desde que llegó a Manhattan solo sabía impresionarse. Al cabo de unos minutos, cuando su fascinación y su temperatura corporal empezaban a disminuir, se metió en la habitación haciéndose más preguntas que antes.
No podía ser, era prácticamente imposible que Eric estuviera metido en ese tipo de asuntos. Aunque no lo decía por los delitos que estuviera cometiendo, sino por lo peligroso que era meterse en unas... ¿carreras ilegales?, y que aún se mantuviera vivo.